Sobre conciertos gratuítos

No es que esté indignado (que lo estoy), ni harto de haber esperando hora y media para nada (que lo estoy), ni mosqueado con los políticuchos chupatintas que van de guais organizando conciertos gratuítos de artistas que no han escuchado en toda su vida (vienen a mi memoria las «perlas» lingüisticas del ex-conselleiro Pérez Varela)… lo que realmente es absurdo es el hecho en sí mismo del concierto gratuíto. Además de recordarme a los panem et circenses organizados por candidatos a senadores en la antigua Roma con el único y exclusivo motivo de ganarse el favor del borreguil pueblo, la oleada de conciertos gratuítos de todo verano se suceden sin pena ni gloria: en la mayoría de los casos con gran enojo de quienes aprecien un mínimo de buen gusto en la música, en otros casos con un enormísimo enojo debido a esos seres mutantes que viven en las alcantarillas, comen pizza y han sido adiestrados por pseudoratas bípedas: las Tortugas Ninja.

No se lleven a engaño mis lectores: no me refiero a esos entrañables personajes de cómic y dibujos animados de existencia tan improbable como la posibilidad de que en una estación de tren o metro nos dejen sacar fotos. Me refiero a unos seres mucho más malignos y temibles: esos grupos de viejecitos arrugados cuyo estátus de jubildos les permite disponer de todo el tiempo del mundo para, entre otras cosas como ejercer de controlador de obra (próximamente en su academia CCC más cercana), esperar pacientemente durante días (qué digo días: incluso semanas enteras si se tercia) en la cola para obtener entradas de conciertos y espectáculos que no les interesan lo más mínimo en la totalidad de las ocasiones. ¿Que viene La Fura Dels Baus en colaboración con los gitanos de Peñamuela a montar un espectáculo en la arielta colgados por la entrepierna de unas grúas gigantes mientras la cabra le hace un cunnilingus caricias a un travesti que ha conseguido cambiarse de sexo? No hay problema: allá van las Tortugas Ninja al ataque, que no pararán de escandalizarse y repetir «¡hay que ver la juventud!» ó el ya cansino «¡si es que esto con Franco no pasaba!» Siempre que sea gratis, claro.

Y así llegamos a la clave del asunto: la palabra gratis. Todo es más atractivo si se le añade al final como coletilla. Conseguiremos con ello que las Tortugas Ninja en tropel e incluso otros colectivos vagamente interesados en lo que se oferta. Se inaugura un edificio: pinchos gratis. Que hay rebajas: el 40% gratis. Viene el rey al acto de celebración de los 800 años de la ciudad (en el que por cierto estuve de figurante vestido de soldado y los impresentables de Bengala Produccións aún no me han pagado): todos a tocarle la mano, que es gratis. Que los vertidos radioactivos de Ence provocan la aparición un tercer brazo: pues nada, a conseguir un brazo gratis, que tiene que ser estupendo para hacérselo pasar bien a la novia…

Y es que los conciertos nunca, nunca, nunca deberían ser gratis. La semana pasada mucha gente estuvimos más de una hora esperando en una cola para conseguir entradas para ver a Diana Krall. ¿Pero no era que el jazz sólo nos gustaba a unos pocos puretas musicales? Vaya… pues parece que hay más puretas que nunca. Seamos sinceros: ¿qué vago redomado tiene el tiempo libre suficiente para pasarse nada menos que doce horas delante de una puerta esperando para que le dén una entrada para un concierto que en el mejor de los casos ni le va ni le viene mientras los demás nos dedicamos a producir para sacar al país de la crisis profunda desaceleración? Sí amigos. ya saben la solución: nada menos que las Tortugas Ninja. Desde aquí propongo que a partir de ahora cuando los politicuchos de turno (o las fundaciones de las cajas de ahorro que blanquean sanean sus cuentas) quieran traerse a un artista pueden elegir cobrar un precio simbólico. ¿No les suena el concepto? Es tan fácil como cobrar unos cuatro o cinco euros, que es muy barato, quitando por tanto la insana palabra «gratis» de enmedio y eliminando así la afluencia de indeseables a los que les es indiferente la actuación y que no hacen más ocupar las plazas que podrían revertir en los realmente interesados a los que no les importa el nimio desembolso de los susodichos euros para asistir a un concierto al que llevan media vida deseando ir.

Tranquilos todos, que los triunfitos seguirían siendo gratis: no entran dentro de la categoría de «artistas».

5 thoughts on “Sobre conciertos gratuítos

  1. ¡Aplausos! ¡Aplausos! y no queda más que decir x-D

    P.D.: ¡Cuidado con un ser aún más peligroso si cabe que las «Tortugas Ninja»! Cuidado con… ¡las «Power Ranger rosas» y su «Pink Power»!

  2. Cuanta razón tienes.

    Como dice un amiguete: a picar piedra los ponía yo.

    Pero en realidad te equivocas en unas cosillas. Si alguna vez te coincide de ir a ver una peli al forum (unos 3 leurillos) verás a viejunos (pocos) que pagan ese precio y que ven la peli en silencio; porque realmente la quieren ir a ver; y por supuesto, no estoy hablando de la misma clase de viejunos que van a leer el periódico gratis y a pelearse por él en la biblioteca porque no quieren aprender a buscar por internet o simplemente pagar un leuro y medio.

    ¿Qué es lo que ocurre? Que esas tortugas ninjas fueron jóvenes gañanes, sin cultura, que aún teniendo oportunidad, no salieron de su agujero y que ahora no saben qué hacer para matar el tiempo. Y te puedo apostar lo que quieras que el intelecto de la mayor parte de los viejunos en su juventud no distaba mucho de los kinkis actuales.

    Simplemente te has encontrado con kinkis gañanes anticuados y con incontinencia urinaria en algunso casos.

  3. Cierto, razón tiene ussía: dentro del mundo viejuno hay también quien pagaría la módica cantidad propuesta para asistir igualmente al espectáculo. ¡Ah, qué recuerdos, cuando vi «THX 1138» en el Fórum! Claro que lo mío era una generalización, y como toda generalización no cubre a los casos curiosos, como yo los llamo 🙂

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  5. Pingback: Tadaima » Blog Archive » Entradas gratuitas y grandes colas

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