Febrero, viernes 15: entra en escena El Conquistador. Un escuadrón formado por Los Cuatro Elegidos va a estar allí para poder estudiar al enemigo y dar parte de su actuación en nuestras tierras. Tras el inevitable «briefing» de la misión, nuestros héroes se teletransportan como bien pueden desde el centro de operaciones radiofónicas hasta el lugar elegido para la invasión: el teatro Rosalía (A Coruña), al que acceden blandiendo sus entradas y pases de prensa de dudosa procedencia, pero más que comprobada efectividad. Tras la discreta incursión en la base alienígena y previa ingesta de barritas energéticas, nos agazapamos tras las espaldas de los seres antropomorfos que toman asiento en la espaciosa sala en la que el líder alienígena venido de allende los mares se prepara para su arenga…
En el escenario, una estructura metálica, un cuadrado hueco digno del inspector Gadget y de fondo una pantalla de vídeo es todo lo que precisa un único actor para convertirse en portero de un supuesto edificio en Colombia, tras la pérdida de su última cosecha como agricultor debido a las inclemencias del tiempo. Las peripecias en las que éste se ve envuelto y cómo se desenvuelve con sus vecinos constituyen la trama argumental de la obra. En sí, el guión no deja de ser simplista, sin duda muy apto para las igualmente simples mentes de los congéneres estadounidenses de Taddeus Phillips, único actor de un culebrón al que sobra una introducción que más que poner en situación al espectador destripa parte de la gracia de la obra.
Dejando el guión a un lado, es loable como una persona es capaz de mantener el tipo durante la casi hora y media encima del escenario, con no más de un par de gazapos perdonables. No poco original es el planteamiento de la interacción entre personajes mediante el interfono, aunque estaría por ver la posibilidad de hacer un montaje con actores reales. El uso de la pantalla como fondo «activo», en lugar del tradicional «fondo inanimado» me gustó mucho, aunque claro: la grabación del fondo es la que es, con lo que el actor debe ser especialmente cuidadoso con la temporización de sus diálogos para que éstos cuadren en tiempo y forma.
Con todo, y teniendo en cuenta el moderado precio de las localidades, salí bastante contento de la función y me reí bastante, supongo que estar cerca del escenario y entender a un gringo hablando español es mejor que estar en platea y a duras penas distinguir una palabra de otra. También tengo que decir que comparativamente estuvo mucho mejor Cyrano de Bergerac… aunque también he ido a montajes infinitamente más infumables: en ocasiones aún tengo pesadillas derivadas del montaje de Macbeth hecho por Sarabela Teatro, sin ir más lejos.
Tras considerar que el susodicho no supone una amenaza para la humanidad, nuestros Cuatro Fantásticos se dirigen al centro de recuperación alimenticia situado en las inmediaciones del cuartel general del regidor municipal. Tras un informe preliminar sobre El Conquistador y la deglución de alimentos reconstituyentes, nos embarcamos en una nueva aventura, ahora enfundados en nuestras chupas de cuero y látigos colgando de nuestros cinturones: En Busca de la Carpeta Perdida. Aunque esa es otra historia que no ha menester relatar aquí, sí podemos afirmar que tuvo un feliz final…